lunes, 30 de junio de 2008

Amor?????

Depongo todo cuanto soy: me rindo.
No quiero más tus guerras ni tus líos.
Ni estas treguas de sal ni estos lamentos.
Félix Suárez

Si el amor es festejo el desamor es duelo. “Si todo se ha de ir, ¿por qué llegaste?”, se pregunta Rubén Bonifaz Nuño, el poeta mexicano que más ha indagado con sus versos tiernos y coléricos las bondades y desdichas de ese “don de Dios”, que es el amar, y ese “corazón en las espinas” que es la separación de los que se aman. En nuestros días los casos de desamor se multiplican. La pareja falla. La pareja huye de sí misma. La pareja hace malabares para subsistir. Qué triste paradoja: primero nos dedicamos a encontrar a la persona deseada, y luego, tristemente, a soportarla. La amamos hasta casi rendirle pleitesía y luego nos preguntamos qué le vimos, cuándo cambió, por qué ya no sentimos las mariposas de antes y sólo escuchamos el bostezo y la queja cotidiana. O las discusiones que terminan en pleito. “Mira bien, lo que hacemos los dos, siempre peleando así”, como dice la canción. El amor tiene que ver con la vida y por eso duele, por eso se encela, por eso se desilusiona, por eso se transforma, por eso envejece y muere. El amor se complica porque se hace aburrido, monótono, porque hay malos tratos y traiciones, gritos y sombrerazos, estrecheces económicas, dolor y llanto. “Ningún amor termina felizmente (se sabe)”, como observa José Emilio Pacheco. Es cuando la amargura se hace presente y las palabras tiernas un remoto pasado. “Yo la amé y ella también a ratos me quiso”. No importa el género, la desesperación y la tristeza son las mismas. Afligido amor, desdichado amor, pinche amor, desolado amor. La desaparición del amor y la separación de los que se aman no es nueva bajo el sol. Sucede que ahora es más notoria. Antes se disfrazaba. “En la alcoba profunda podríamos andar meses y años, en pos del otro, sin hallarnos”, como escribió Maiakovsky. Las mujeres argumentaban dolor de cabeza y los hombres una partida de dominó. El macramé y las cantinas como terapias de género. El hombre mandaba y la mujer era sumisa. Ya no tanto. Los tiempos cambian. La mujer trabaja su doble jornada, es capaz de subsistir por sí misma y de no necesitar del hombre para ser. No quiere gritos ni reclamos, abusos físicos o verbales, ni chantajes ni estar con quien la trata como a un inferior. Es el desamor moderno, el que agarra sus chivas y se va. El amor a uno mismo como respeto y como opción. “El amor es la piedad que nos tenemos”, como escribió Efraín Huerta. No es mero narcisismo sino afán de sobrevivencia. El desamor de antaño, por otro lado, sigue ahí. Llora sus penas en secreto, se soba los golpes a solas, aguanta la indiferencia, el ninguneo, la falta de cariño, la existencia de la otra o del otro. El maldito desamor. Tanto amar para qué. Lo dice el Buki: “si no te hubieras ido sería tan feliz”. O Paquita la del Barrio y sus ratas de dos patas: “¿Me estás escuchando, inútil?”. Lo escribe mil veces mejor Bonifaz Nuño: “¿Qué es lo que pasa, qué nos hace que durmamos confiados una noche, una noche cualquiera, protegida, seguros del amor, acompañados, y despertemos, un momento más tarde, solos, abandonados, indefensos?”. Amar es equivocarse, como lo comprendió Fernando Pessoa. ¿Hay remedio? Durante algún tiempo creí más en el desamor que en el amor. Tantos fracasos, tantos intentos, para qué. Mejor la soledad, las caricias sin nombre que perdure, sin compromiso, sin reclamos, sin lealtades, sin amor. No volver a meter la pata, blindar el corazón para no sufrir de este nuevo desorden amoroso que trae consigo la época que nos ha tocado. Me guarecí. Me dije que nunca más. Y fallé. Sucede que, así como llega el desamor, así también aparece el amor. La sensación de inmortalidad tras un beso, la necesidad de pertenencia a otro cuerpo, la alegría de descubrir un rostro que nos alegre el día, la noción de que ahora sí es la persona buena, la que esperamos con ansia toda la vida. Amar y desamar, estar un tiempo con la mejor y otro con la peor de las parejas, celebrar la compañía de alguien extraordinario y guardarle luto porque no lo era, es el latido de los corazones enmendados y rotos. La consigna para vivir y no morir en el intento es amar con locura y desamar con cordura. Dejar entrar y dejar ir. Lo dice Renato Leduc: “Amar a tiempo y desatarse a tiempo”. Next. No hay de otra.

Derechos del lector

Derecho a no leer
Derecho a saltarse las páginas
Derecho a no terminar un libro
Derecho a releer lo ya leído y volver sobre lo mismo
Derecho a leer cualquier cosa
Derecho al Bovarismo (enfermedad de transmision textual)
Derecho a leer en cualquier parte
Derecho a picotear varias cosas a la vez
Derecho a leer en voz alta
Derecho a callarse la opinion sobre lo leido

Andy Warhol

Se quedaba callado. Contestaba con monosílabos, genialidades lacónicas o largas tiradas sonámbulas. Decía que sí y que no a cualquier cosa, padre del pop art, incursiono en el cine, la pintura, la escultura, este era Andrew Warhol.

Andrew Warhola, el máximo representante del arte pop era hijo de padres eslovacos que habían llegado a Estados Unidos en 1913 en busca de fortuna.

En su tiempo expresionismo abstracto estaba en su máximo apogeo pero a Warhol no le llamaba la atención, interesándose especialmente por los productos de consumo apreciaba la importancia que alcanzaban la televisión y los medios como vehículos para extender el arte.

El giro que Andy dio a la cultura popular al conseguir que los elementos de consumo se convirtieran en arte permitió la creación del arte pop. Así surgen sus primeras serigrafías de la sopa Campbell, las botellas de Coca-Cola, envases de jabón, latas de conserva, personajes del cómic o mitos eróticos como Marilyn.

En la década de 1960 traslada su estudio al 231 de la calle 47 Este, donde se crea la "Factory" lugar de reunión y de experimentación en diversas actividades para los artistas "underground".

En la década de 1970 realiza la reproducción de la famosa fotografía de Mao Tse Tung con la hoz, el martillo y el signo del dólar.

Una vez le preguntaron a Warhol si se sentía parte de la Historia. Warhol, incrédulo, respondió: “No me digas que crees en la Historia...”. Aquí van fragmentos, comentados, de algunas de esas entrevistas.

1962
PREGUNTA: ¿Qué es el Pop Art?
WARHOL: Sí.
P: Buena manera de comenzar una entrevista, ¿no?
W: Sí.
P: ¿Es el Pop Art un comentario satírico sobre el american way of life?
W: No.
P: ¿Qué es lo que el Pop Art intenta afirmar?
W: No lo sé.
P: ¿Qué significan todas esas latas de sopa Campbell’s?
W: Son cosas que tenía yo cuando era chico.
P: ¿Qué significa para usted la Coca-Cola?
W: Pop.

En sus entrevistas, Warhol desaparece hasta que, invisible, ha invadido todo el espacio disponible. Warhol dice poco o nada. Y sin embargo es una de las personas más citadas del siglo XX.


Warhol –hiperactivo en cámara lenta, dictador amable, seductor de zombies obedientes– dijo aquello de que en el futuro todos serán famosos por quince minutos, entendiendo por fama aquello que “se consigue estando en el sito correcto o en el incorrecto, en el momento exacto o en la peor situación posible”. Por eso, para Warhol, la entrevista ideal –record– no podía durar más de quince minutos. Una mezcla perfecta de lo efímero y lo trascendente.

El incansable artista enfermó e ingresó en un hospital de Nueva York donde fallecería el 22 de febrero de 1987. Sus funerales serán celebrados en la catedral de San Patricio y acudirán más de 2.000 personas.

Aqui algo de su legado: